Los 13 relojes, de James Thurber es, como bien dice su contraportada, una fábula para adultos y un cuento fantástico para niños. Publicado por primera vez en 1950, tiene todo ese encanto de los cuentos de hadas más clásicos combinado con un macabro y agudo sentido del humor que hace que cada página sea un auténtico placer. ¡Y además está ilustrado!
‘Los 13 relojes’ nos trae la historia del malvadísimo Duque del Castillo del Ataúd, donde vive dedicado única y exclusivamente a hacer el mal de todas las maneras posibles. Allí tiene recluida a su sobrina, la hermosa princesa Saralinda, y el mayor pasatiempo del duque es plantear pruebas imposibles a todos aquellos que osan pedir la mano de la princesa. El Castillo del Ataúd cuenta además con los famosos trece relojes, parados todos ellos a las cinco menos diez, porque hace mucho, mucho tiempo, el duque decidió asesinar al tiempo en su propio castillo, con toda impunidad y alevosía. Sin embargo, un buen día aparecerá un príncipe disfrazado de trovador, y aquí es donde comienzan todas las aventuras…
El príncipe Zorn de Zorna se encontrará con una doble prueba a priori imposible de superar para conseguir la mano de la guapa princesita: por un lado, deberá conseguir mil joyas en un plazo de noventa y nueve horas, y por otro, deberá poner en marcha los trece relojes del castillo, congelados a las cinco menos diez. Sin embargo, el príncipe contará con la ingeniosa ayuda de un Gólux, que lleva un sombrero indescriptible y una barba oscura y descriptible. Juntos irán a buscar a Hagga, una mujer encantada que llora gemas preciosas e intentarán por todos los medios llegar a tiempo para cumplir la misión, pues si no el príncipe será pasto del Todal, un terrible monstruo.
Con una prosa ingeniosa y divertidísima, Thurber nos transporta a un mundo maravilloso, lleno de criaturas mágicas y palabras aún más mágicas. Las aventuras de Zorn de Zorna, extraordinarias de por sí, ganan enteros por obra y gracia del ingenio de James Thurber, que lo convierte en un estupendo entretenimiento ideal para una tarde de otoño en un sofá cálido, o para leerlo en voz alta a niños extasiados, pendientes de cada una de las palabras extrañas y maravillosas. De hecho Neil Gaiman nos regala este precioso párrafo en la introducción del libro:
“Me quedé bastante convencido de que era el mejor libro que había leído nunca. Era divertido de una forma extraña. Estaba lleno de palabras. Y aunque es verdad que todos los libros están llenos de palabras, este era distinto: estaba lleno de palabras mágicas, maravillosas y sabrosas. Se deslizaba hacia la poesía y luego fuera de ella de una forma que te apetecía leerlo en voz alta para ver cómo sonaba. Yo se lo leía a mi hermana pequeña. Y cuando crecí, se lo leí a mis hijos.”
James Thurber nació en Ohio en 1894. Cuando sólo era un niño, jugando a Guillermo Tell perdió casi la totalidad de la visión de un ojo. Sin embargo, esto no le impidió trabajar para el Departamento de Estado del gobierno e incluso en la embajada en París. En 1925 comenzaría su carrera como articulista para The New Yorker, aunque ya había trabajado anteriormente para otros periódicos. Con su particular estilo como escritor e ilustrador, se movía en los mejores círculos de escritores estadounidenses, junto con Truman Capote o Dorothy Parker. Cáustico e ingenioso, llegó a rechazar el título de Doctor honoris causa en la Universidad de Ohio como protesta por la falta de libertad académica durante la caza de brujas del senador McCarthy. Murió en 1961, casi ciego.
Como podréis intuir, si habéis leído hasta aquí, ‘Los 13 relojes’ me ha encantado. Creo que es el libro ideal para olvidarse de todo, para leerlo como descanso, para sumergirse en un mundo maravilloso aunque sea por un rato. La única pega que podría sacarle es su brevedad, apenas ciento veinte páginas, y, tal vez, su precio. Fuera de esto, me parece un libro maravilloso, para conservarlo, leerlo, releerlo, regalarlo y todas esas cosas que hacen de los libros nuestros objetos más preciados. Yo, por mi parte, ya lo tengo en mi librería y seguro que no será la única vez que lo lea.
Sarah Manzano.