miércoles, 28 de julio de 2010

Adios al 'Ambigú'. La radio se queda a oscuras.


Ayer fue el cumpleaños de Diego A. Manrique, presentador de uno de los programas más esenciales de la radio musical de este país: El Ambigú de Radio 3.
Y también fue la última emisión de su programa, después de haber sido cesado como Asesor de la Dirección de Radio 3 y no haber alcanzado un nuevo acuerdo para seguir con su programa. Hasta ayer, nosotros teníamos la suerte de sucederle en la parrilla de la emisora. Era una suerte y también un acicate sonar en vuestras orejas después de que Diego Manrique las haya preparado para cualquier cosa, para cualquier sonido del planeta azul.
Me enteré de ambas cosas después de nuestra emisión, así que quería felicitarle hoy en antena. No sólo por cumplir sesenta añazos con ese cuajo que él se gasta que parece que no le asusta la sombra del tiempo (aunque quién sabe), sino por cumplir tantos años en la antena de Radio 3 con la misma lozanía de oído para descubrir dónde hay una canción imperecedera, dónde un sonido excitante, dónde un músico inquieto que merece la pena descubrir, dónde un disco con más de dos caras, dónde una voz con cosas que contar como la suya…
Y dónde no. Manrique también nos ha salvado más de una vez de meter el cazo en una olla sin sal ni pimienta. Una de las cosas que más me gustan de Manrique es que se salta esa convención no escrita que dice que sólo hay que hablar y pinchar de lo que a uno le gusta.
Más de una vez Diego ha expresado con elegancia, pero contundencia cuando algo no le gusta, cuando le parece que un músico ha errado el tiro o ha perdido el rumbo.
Porque El Ambigú tiene criterio. Por supuesto que no siempre lo comparto, pero es siempre estimulante ese intercambio de ideas y pareceres con la voz que te habla desde la radio.
A Manrique lo tenemos en un altarcito con el resto de nuestros héroes personales. Él fue El Padrino de esta carnicería. Le pedí que me acompañase el primer día porque, como os dije entonces, él es una de las razones principales de mi vocación radiofónica y de mi afición a la radio y muy particularmente a esta emisora tan particular que es Radio 3.
En esa charla que mantuvimos le pregunté por la A de su nombre Diego A. Manrique. Una pregunta muy trivial, lo sé, pero siempre me había intrigado esa A seguida de un punto con la que firma. Creo que me dijo que era la A de Alfredo. La verdad es que no estoy seguro. Así que para mí esa A seguirá escondiendo otros muchos significados. Para mí la A de Diego A. Manrique es…
La A de Abrir las orejas a universos sonoros que no conocías.
La A de Antídoto contra el convencionalismo y la desidia musical, contra la A maldita: la A de Aburrimiento.
La A de Ambigú, ese club en el que te sientes un cliente selecto que ha tenido la suerte de ser admitido a escuchar unas delicias que te sirve un tipo que no es precisamente un anfitrión expansivo y jovial, pero que te hace sentir bien atendido sin agobiarte… y cuya seriedad aprecias porque sabes que el plato que te recomienda lo ha probado él antes.
La A de Antología de la radio, porque su programa ha sido una colección de grandes momentos radiofónicos, de preciosos y precisos silencios después de una canción, de comentarios que te dejan pensativo, de inolvidables onomatopeyas admirativas, como sus ya inolvidables “mmmmmmmmmmm” después de degustar una buena canción.
Y es la A de Aprender, ese verbo que nos salva a los humanos de la A de Apatía, la A de Abulia y la A de Angustia. Aprender, una de las escasas experiencias que hacen que esto de vivir sea interesante y divertido. Y con el Ambigú uno aprende y se divierte.
Por eso son tan necesarios los maestros como Diego A punto Manrique. Y por eso esa A es la primera letra de mi diccionario radiofónico.
Me estoy leyendo la biografía de Tom Waits, La coz cantante, escrita por Barney Hoskyns (muy entretenida, por cierto). Hablaba Tom Waits de Lou Curtiss un tipo de San Diego que tenía una tienda de discos abarrotada de joyas musicales, un auténtico ambigú musical, y lo que decía me pareció un retrato exacto de lo que es Diego Manrique y El Ambigú para mí:
Lou Curtiss es un heroico cascarrabias, emprendedor y guardián de la antorcha. Su tienda, Folk Arts, es una biblioteca del espíritu, un banco de semillas como lo es la biblioteca del Congreso. Allí acudes para iluminarte. Todos los secretos del universo están allí guardados. Y si se cierraEl mundo quedará a oscuras…"
Ojalá vuelvas, Manrique, pero, en cualquier caso, vayas donde vayas y estés donde estés, sólo quiero mandarte un mensaje, como le decían al alcalde del pueblo en Amanece que no es poco: "Todos somos contingentes, pero tú eres necesario".
Es un día triste para mí y para la radio, que tras 18 años en antena perderá su sintonía.
Javier Gallego ‘Crudo’.

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